La de París será la quinta final de la Copa de Europa a la que llega el Barça. He podido ver por televisión las tres últimas y cada una de ellas me dejó un sabor de boca muy distinto. Sevilla vio cómo la ilusión por conquistar el que pudo ser nuestro primer título del máximo trofeo continental se convertía en la mayor frustración imaginable, sobre todo después de haber ganado dos Recopas hacía pocos años. Recuerdo a Urruti -el héroe de la liga anterior que con su fallecimiento se convirtió en mito blaugrana- deteniendo los dos primeros penaltis lanzados por el Steaua de Bucarest y paliando el temor que habían supuesto los dos primeros errores de los jugadores azulgrana. Recuerdo, sobre todo, la aparición de un tal Dukadam que hizo el partido de su vida y después desapareció del panorama futbolístico. Recuerdo las caras de los cerca de 40.000 culés que viajaron a la capital andaluza y volvieron hundidos y aún incrédulos.
Seis años después, el Barça llegaba a Wembley para jugar la final con la Sampdoria, el campeón italiano (pese a lo que insisten en decir quienes se empeñan en minusvalorar aquel título). Llegaba haciendo el mejor fútbol de Europa y, pese a que no fue su mejor encuentro, ganó. Fue un partido de ida y vuelta del cual aún tengo la imagen grabada de Atilio Lombardo, aquel jugador calvo de la Samp, corriendo arriba y abajo durante 120 minutos como si le hubieran dado cuerda infinita. Recuerdo también las escapadas de Vialli ante Zubizarreta, la jugada imposible de Julio Salinas, las paradas de Pagliuca, las ocasiones de Stoichkov, el uniforme naranja y, por supuesto, el zapatazo enorme de Koeman en el minuto 111 que acabó con gran parte del complejo culé y ayudó a consolidar una filosofía de juego que, aun con lógicos cambios, todavía perdura.
En 1994 el Milán de Capello se cruzó en el camino del Barça de Cruyff. Había puestas grandes esperanzas en aquel partido, pero los italianos fueron una apisonadora. Desde el primer momento vi que no había nada que hacer y tuve que resignarme, sentado en el sofá de casa, a contemplar el repaso que nos dieron y a ver caer, uno tras otro, cuatro goles en la portería de Zubi. ¿Qué imagen me quedó? La de Marcel Desailly, que aquel día fue lo más parecido a un frontón, a una pared infranqueable.
El 17 de mayo tenemos otra oportunidad. De los cuatro equipos que he visto (1986, 1992, 1994 y 2006), el de hoy es el que me ofrece mayores garantías. Juega muy bien cuando quiere y tiene una madurez que siempre le ha faltado a este club. Dice el tópico que una final es algo distinto y que lo que se ha hecho hasta entonces puede no contar para nada. Es posible, pero creo que si el Barça es capaz de vencer al Arsenal en París habrá puesto la primera piedra para dominar el panorama europeo durante un par o tres de años más. Dentro de veinte días saldremos de dudas y espero, por una vez, no tener que verlo por televisión.
27.4.06
Las distintas finales del Barça
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4 comentarios:
encantado con tu visita a mi casa.
yo sí me conformo con verla por televisión, pero quiero ganarla... DIOS!! como quiero ganarla.
20 dias...
Que buen recuento de lo que sucedió en la final del 86. Yo ese año vivía en Sevilla, pero era muy chico y no sentía los colores del Barcelona tanto. La de Wembley la recuerdo en el estudio de mi casa, viéndola solo y gritando como un energúmeno el gol de Koeman. La de Milan, pagamos la arrogancia.
Y la del 17 de mayo. Ese día la ganaramos. No veo a un equipo con tanta hambre como este Barcelona. Al Arsenal no le pierdo respeto alguno, pero cuando me quedo mirando a Ronaldinho y a Eto'o, esos dos jugadores tienen una desbordante ambición.
Si este Barça gana el 17 de mayo en París, estoy convencido que no será la última Copa de Europa de este equipo. Pero también sé que si perdemos puede pasar algo parecido a lo que le sucedió al mítico equipo de baloncesto de Epi, Solozábal, Sibilio, Norris... que el perder la primera final le pesó como una losa en el resto.
Yo no contaba con uso de razón cuando lo de Sevilla, que narices hizo el Barça durante los 120 minutos de juego?
Yo recuerdo tambien la final de Atenas, se iba muy de sobrado (sobretodo Cruyff) y nos pegamos una ostia de campeonato, yo creo que fué el partido soñado por un milanista: tu equipo juega contra un favorito supuestamente muy fuerte, dos de tus cracks (Van Basten y Baresi) no juegan por lesión y sanción respectivamente, el entrenador de tu rival va de sobrado y anuncia un partido facil y para postre menosprecia a uno de tus jugadores (Desailly).....y tu equipo va y tumba al favorito por 4-0, con un golazo espectacular (el de Savicevic), y la puntilla del jugador al que Cruyff comparaba ironicamente con Romario, para un milanista sería la gloria, para los cules un infierno.
Yo vi el partido en casa de mis abuelos, yo estaba sentado en el suelo, y mi abuelo en su silla de siempre, yo presencié la paliza con asombro, y mi abuelo cagandose en todo, vaya show, desde entonces he tenido que esperar a este año, para ver si hemos aprendido algo, ojala que si.
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